Ricardo Nortier: Siento que el teatro y yo somos uno

El actor y director Ricardo Nortier reflexiona sobre su carrera artística y sobre la importancia del teatro.

Con una premura natural llegó Ricardo Nortier al local. Tenía el semblante tranquilo y su rostro dejaba escapar la pequeña sonrisa noble que lo caracteriza. Soltó, de inmediato, aquel saludo inconfundible cuyo acento entremezcla el portugués-brasilero y el español: “¿Qué má?”. Preocupado por el bullicio que reinaba en la mesa, pidió un café mokaccino y luego se relajó.

La conversación fue larga. El director de teatro, brasileño de nacimiento, tiene una historia en Venezuela de más de 20 años. En el teatro ha pasado por todo. Construyó un puente cultural entre su natal Brasil y Venezuela, sufrió la despedida del Ateneo, se quedó sin espacio, fue a Francia de intercambio, ha actuado, ha escrito y ha dirigido. Ahora, Nortier se proclama protector y esclavo de La Caja de Fósforos. Dice que es lo que lo mantiene en el país. Actualmente, además de continuar su trabajo sobre las tablas, busca dar el salto a lo audiovisual.

¿Usted llegó para presentarse con una obra de Marivaux en el Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC)?
Sí, yo llegué aquí con el FITC. Vine con una obra brasileña, de mi grupo Circuito de Arte Cenica de allá (Brasil).Cuando llegamos, yo no conocía Venezuela, no conocía Caracas, no conocía a nadie. Tampoco es tan lejos de aquí a allá, pero en esa época no existía Facebook ni nada de eso.

¿Eso fue en el 96?
Si 96-97 (…) Era muy complicado en esa época porque uno no tenía mucho contacto con otras culturas. No era como ahora que todo está globalizado. Me llamó mucho la atención todo lo que era Venezuela. No la conocía ni un poco porque Brasil, de verdad, consume mucha cultura interna. Cuando comencé a conocer la cultura venezolana me pareció otra completamente diferente. Solo el ritmo era muy diferente al ritmo brasilero y yo me dije “yo quiero estar aquí un rato”. La idea era hacer un puente entre Brasil y Venezuela, queríamos crear un intercambio cultural.

¿Ese puente se logró?
Si, durante 5 años. Durante esa época llevé a Orlando Arocha a dirigir una obra en Brasil, también traía actores a Venezuela. Comencé a actuar con Contrajuego (Compañía dirigida por Orlando Arocha), comencé a dirigir. Llevamos a Contrajuego a Sao Paulo…

¿Ya para ese momento trabajabas directamente con Orlando Arocha?
Sí. Todo ese tiempo siempre estuve trabajando con él. Empezamos a fundar la fusión, el Circuito de Arte Contrajuego que fue el grupo que yo registré en Río de Janeiro, donde estuvimos en temporada. Fue todo el tiempo un intercambio Brasil-Venezuela. Hasta nuestra salida del Ateneo, cuando el Gobierno nos quitó el espacio para convertirlo en universidad. Fue aquí cuando nosotros perdimos el poder de producción y de movilidad. Estuvimos como 2 o 3 años tratando de ver qué íbamos a hacer como grupo, porque estuvimos muy mal, no teníamos espacio, no teníamos dónde ensayar, dónde guardar la escenografía, vestuario, utilería. O sea, nos quedamos en la carraplana .

Hicimos un contacto con un grupo francés de Gael (Rabas), Theatre Du Versant. Ellos, a través de un intercambio, nos llevaron con un Arlequín y bueno en nuestra peor época logramos hacer una gira de 3 meses en Francia. Gracias a esto pudimos respirar un poco económicamente para poder seguir trabajando en Venezuela. Fue todo muy casual, no había nada muy planificado a nivel administrativo para que las cosas funcionaran bien.

¿También es lo que defiende, no? Al verlo trabajar,una de las cosas que resalta ese aspecto de “mientras vayan viniendo vamos viendo”
Es así, yo trato de planificar un lapso de 6 meses, pero siempre con improvisación. Si aparece algo que me parezca más interesante, cambio los planes.

Un fósforo más dentro de la caja

La Caja de Fósforos me cambió la forma de ver el teatro, o por lo menos me cambio la forma de hacer teatro. Allí entendí que no había ninguna forma de hacerlo si no tenías a todo el mundo alrededor, cada uno aportando lo que pudiese con sus conocimientos. Yo empecé a abrirme y dejar que la gente se mostrara. Actores, directores, iluminadores, técnicos, etc. se acercaron y se creó como una especie de comunidad que en mi opinión parece funcionar… claro, es muy rudo porque económicamente no va pa´ ningún lado.

¿Esta “nueva” manera le parece que es “la” manera?
Yo creo que es la única manera de hacer un teatro serio aquí en Caracas. No hay otra.

Brasil está atravesando un momento parecido al venezolano, ¿Le parece que el teatro debe reflejar lo que sucede en esta sociedad?
Creo que uno lo hace desde el discurso en que cree. Si vives una realidad y la realidad te afecta porque eres sensible a ella -porque todo artista tiene que ser sensible a su realidad- si te afecta de algún modo y es suficientemente fuerte para hablar de ello, no importa el tema, estarás hablando del lugar. Si estuviese en África, hablaría de África, si estuviese en Colombia hablaría de Colombia, si estuviera en Brasil hablaría de Brasil.
Pero también hay temas universales que le hablarán a personas de todas partes, que es más o menos lo que estoy buscando.
Yo ya hablé directamente a Venezuela. Hice una trilogía conformada por Parece que va a temblar, Semáforo y Esperancita. Esa Trilogía hablaba de la situación del país, de la sociedad, de la familia, de la revolución, de la gente luchando por comprender una disque revolución que ocurrió y ocurre aquí estos últimos años. Porque la verdad es que toda mi vida en Venezuela estuve metido acá con este proceso. Cuando llegó Chávez yo estaba llegando de Brasil, significa que a mí ésta realidad me afecta muchísimo, porque yo me siento tan venezolano como cualquiera. Esto hace que obviamente hable de temas que van a tocar al público venezolano.

La Caja de Fósforos me ha cambiado la forma de hacer y ver el teatro

¿Para usted el teatro es un fin o un medio?
Yo veo al teatro como una forma de vida, una forma de ver la vida. Puse una frase en Instagram el otro día que decía, “Mi mundo es fantasioso para hacer tu realidad un poco más divertida”. Yo siempre fui muy curioso y en este caso quiero hablar de las cosas que veo, creo y siento, así que el teatro es un vehículo de comunicación, más que una herramienta de expresión artística. Lo hago por el placer, porque me divierto, porque la paso bien, porque creo que tengo algo que decir.

Lo que más impresiona de usted es que es un artista multifacético. Hace de todo. Escribe, dirige, actúa. ¿Hay algunos de los oficios dentro del teatro que disfrute más o le gusta englobarlo todo?
Creo que a mí me va por época. A veces me apasiono con la actuación, pero de pronto no quiero saber nada de ella, me desenamoro. Hay momentos en los que me apasiono por la dirección, pero luego pienso no, lo mío no es dirigir , es actuar. A veces me pongo muy introspectivo y me encierro en la escritura. La cosa es que yo no hago todo al mismo tiempo, últimamente sí. Simple es la tercera obra en la que dirijo y actúo, las otras fueron El Malparido con Sombrero y Comedia del día a día. Ahora, obviamente la situación me pide una cierta capacidad de resolver problemas. Si no hay nadie para un rol, alguien tiene que resolverlo y yo aprendí a hacerlo.

¿De todas las obras que ha hecho cuál es la que más le ha gustado actuar, dirigir y escribir?
Difícil porque son más de 40. Cada proceso fue diferente, hubo momentos en el que me desenamore del teatro y quería abandonarlo completamente para buscar un trabajo que me diera dinero (risas). Pero hubo otros momentos en los que dije,”si no hago teatro no hago nada con mi vida”.

No me siento bien si no estoy metido en un rollo del teatro, ya siento que es parte de mi psicología, de mi cabeza, de mi forma de ver el mundo.

Actoralmente, la que más me marcó fue un Hamlet que hicimos en español con funciones en Brasil y el texto de ser o no ser lo decía en portugués. Exactamente ese momento en el que cambiaba de idioma, la conexión con el público era tan fuerte que ha sido lo mejor que he vivido como actor.
Como director, creo que El Malparido del Sombrero (obra con la que participó en el Segundo Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense) fue un espectáculo muy exigente, con personajes muy complejos. Simple, los actores jóvenes me dieron mucho trabajo para hacerles entender la locura que yo quería hacer con la obra, pero a la larga entendieron…. También disfruto cada proceso, me gustan los desafíos.
Y Escribir, La Cocinera de Leonardo Da Vinci, es la que tenía más ironía, jugaba con la historia, con un personaje muy intrigante… entrar en este mundo de Da Vinci para mí fue muy interesante.

¿Y a todas estas, no ha tenido el impulso de regresar a Brasil , establecerse y hacer teatro allá?
Todo el tiempo, todos los días (risas)

¿Que lo detiene?
Lo que pasa es que cuando uno trabaja sin parar, te vas dejando llevar. Soy un romántico, porque si lo pensara fríamente ya me hubiera devuelto y diría: Qué hago acá si económicamente no voy para ningún lado. Pero siento que soy un venezolano más tratando de salir de la situación.
Así que aquí estoy, esperando que la realidad cambie, haciendo teatro, conociendo gente y ahora La Caja de Fósforos me tiene esclavizado, es un espacio que quiero defender. Así que solo no me he ido porque surgió La Caja de Fósforos.

Desde que llegó a Venezuela ha trabajado con Orlando Arocha. ¿Él lo nutre artísticamente de alguna manera?
Si. De un cierto modo nosotros intercambiamos mucho nuestros conocimientos. Cuando nos conocimos ya teníamos bastante experiencia. Él tenía un trabajo de teatro clásico que yo no conocía y yo tenía un trabajo más contemporáneo, más loco. Comenzamos a intercambiar experiencias y fue como una especie de sociedad que funcionó y que hizo que surgieran nuevos espectáculos.
Pero ahora estamos un poco en líneas separadas. Yo creo que Orlando tiene su propia forma de investigar y sus propias necesidades, yo tengo otras. Pero de un cierto modo creamos un mismo lenguaje, como en el trabajo con los actores, tenemos una forma muy similar.

Luego de todo en lo que ha trabajado este año (Ver para crear, Festival de Propuestas Alternativas, El Malparido con Sombrero, Simple) ¿Qué viene ahora?
Creo que ahora hay que esperar a que las cosas caigan en su sitio. Ahora finalizamos la temporada con Simple, se viene El Banquero Anarquista (texto de Fernando Pessoas, dirigido por Marisol Martínez) proyecto en el que estoy involucrado solo como actor. Hay algunas propuestas que quiero hacer en cine, con las que estoy luchando muchísimo para que se concrete. Yo quiero dar un paso hacia lo audiovisual.

Artículo escrito por Armando Andrés González para Esfera Cultural
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